Sarah Smit - Taking a giant leap
Cuando te enfrenta a un diagnóstico de cáncer de ovario tres meses antes de tu boda, a la edad de 25 años, ¿qué haces? Sarah Smit eligió seguir adelante con los planes de bodas.
Sarah Smit (28) vive en Centurion, Gauteng con su esposo, Pieter.
Sarah y Pieter se conocieron en la víspera de año nuevo en 2008. Comenzaron a salir y en julio de 2015 Pieter le propuso matrimonio. Sarah dijo que sí, y su boda se fijó para el 1 de octubre de 2016.
Síntomas similares a la gripe
En mayo de 2016, Sarah fue al médico. “Tenía síntomas similares a la gripe desde principios de año. Me recuperaba, pero luego, unas semanas más tarde volvía a tener síntomas. Pieter me llevó al médico y me dieron antibióticos. El doctor me hizo un examen médico completo y notó una masa dura en mi abdomen. Era consciente de ello, pero Pieter y yo íbamos a clases de baile, así que pensé que estaba sacando músculo. A pesar de que no me dolía, el medico me derivo a radiología para que me hicieran una radiografía”, explica Sarah. “A partir de ahí es cuando todo se fue cuesta abajo. El radiólogo dijo que no conseguía encontrar mi ovario izquierdo. Mi primer pensamiento fue ‘¿Podré tener hijos?’”
Sarah fue derivada a un ginecólogo/ obstetra. Este le comentó que no sabía exactamente que era esa masa pero que debía ser retirada de inmediato. Después harían las pruebas. “Le comentaba lo mucho que yo quería tener hijos. El doctor me dijo que paso a paso. Lo primero fue someterme a la cirugía. En el caso que fuera cancerígeno se podría valorar las opciones de fertilidad antes del tratamiento. Además, explicó que existen historias exitosas de mujeres que hoy en día tienen hijos con un ovario. Me aseguró que haría todo lo posible para que pudiera tener hijos”.
Diagnóstico de disgerminomas ováricos
Una semana después, el 5 de junio, eliminaron la masa de 500 gramos que había envuelto el ovario izquierdo de Sarah, junto con el ovario y parte de su trompa de Falopio. Se confirmó que la masa era un conjunto de células germinales tumorales de ovario de estadio 1, un disgerminoma. Afortunadamente no se había extendido al ovario derecho. Sarah comenzó su tratamiento con un oncólogo, que era consciente del deseo de Sarah de tener hijos. El oncólogo la remitió a una clínica de fertilidad antes de empezar con la quimioterapia.
Posponer la boda
El oncólogo aconsejó a Sarah posponer su boda, ya que la quimioterapia la consumiría. Sin embargo, su ginecóloga le propuso mantener la fecha, ya que de esta forma le daría un objetivo para luchar.
“Una vez que me diagnosticaron, me senté con Pieter y le dije que esta era su oportunidad de irse. Que todavía tenía tiempo para cancelar la boda y nadie le recriminaría nada. Él me dijo que la boda iba a tener lugar, incluso si no podía ser por la iglesia. ¡Él era y es increíble!” dice Sarah.
Preservación de la fertilidad
“En julio comenzamos el proceso de la preservación de la fertilidad. El médico de fertilidad quería que me curara completamente de la cirugía antes de empezar la quimio, pero, estábamos en fecha límite para empezarla dado que mi boda era en tres meses”, nos comenta Sarah.
Se decidió optar por la congelación del embrión (IVF) en lugar de congelar los huevos. Esto se debe a que la crioconservación de embriones tiene una mejor tasa de éxito que la crioconservación de huevos. Algunos huevos podrían ser temperamentales una vez descongelados, y no se sabía durante cuánto tiempo los huevos de Sarah estarían congelados.
“Por lo que entendí, generalmente no proponen que los embriones se congelen, a menos que dos personas estén casadas, ya que ha habido peleas por la custodia de los embriones. El hecho de que Pieter y yo fuéramos a casarnos fue lo que nos permitió congelar los embriones. Pero tuvimos lidiar con mucho papeleo”, dice Sarah.
Sarah comenzó el tratamiento hormonal, estuvo durante una semana yendo todos los días para que le hicieran el seguimiento. Fecundaron doce óvulos de Sarah con el esperma de su futuro marido Pieter, de todo estos consiguieron tres embriones que se congelaron seguidamente.
Desafortunadamente, la ayuda médica de Sarah no cubrió el coste de su tratamiento de fertilidad, pero sus padres les ayudaron a pagar una parte del coste total.
Durante la quimioterapia
Una vez se completó la conservación, Sarah comenzó 18 rondas (tres ciclos) de quimio en julio. La novia experimentó fatiga, pérdida de cabello, deshidratación severa y náuseas. “Cada ciclo era diferente, pero fue el último el que me golpeo muy fuerte. Durante la última ronda tuve que ir en una silla de ruedas. Esto es lo débil que estaba. Había perdido 25 kg. No obstante, lo peor vino la semana después de los tres ciclos. Me sentí peor que durante la quimioterapia”.
Pieter y la madre de Sarah se encargaron de la planificación de la boda de este modo Sarah solo tenía que centrarse en su tratamiento. “La parte más difícil para mí fue perder el pelo… Me estaba dejando crecer el cabello para la boda” dice Sarah con los ojos llorosos. “Antes de empezar la quimioterapia decidí como quería el pelo para la boda, pero sabía que no iba a ser así… Una vez me empezó a caer decidí cortármelo corto, después en un corte de pixie y luego lo afeité. Se suponía que estaba dejando crecer mi pelo… ¡No cortándomelo! Fue mi madre quien me afeitó la cabeza, no había ningún espejo así que no puede verlo, pero vi que para ella era difícil. Decidimos comprar una peluca y mi peluquero me la puso. Cuando llegué a casa y me la quité, al mirarme al espejo me hizo ver lo enferma que estaba” explica Sarah.
El día de la boda
La quimio de Sarah se finalizó tres semanas antes del día de su boda. Ella esperaba que tuviera suficiente tiempo como para recuperarse. No obstante, tres días antes de la boda Sarah aún se movía con una silla de ruedas.
“Nunca tuve una despedida de soltera. Les dije a mis damas de honor que no podía enfrentarme a eso. Así que en cambio tuvimos una cena el miércoles. Como me sentía bien empecé a comer mucho, aunque eso me repercutió el día de mi boda, tuve dolor de barriga, no conseguía ir al baño. Le prometí a mi amigo que caminaría hasta llegar al altar. ¡Lo cual hice! Además, llevé la peluca el día de mi boda, y creo que daba mejor impresión que cualquier peinado que me podría haber hecho”, dice Sarah.
“Se colocaron dos sillas en el frente para que pudiéramos sentarnos durante la ceremonia y también tenía agua al alcance. Todo salió bien.
Cortamos el pastel y tuvimos nuestro primer baile, a pesar de que solo duro 20 segundos. Luego, alrededor de las 8 de la tarde, le pedí a Pieter y a mi madre que me llevaran a casa mientras todos disfrutaban del resto de la fiesta. Solo quería quitarme el vestido y la peluca. Me metí en la cama y me dormí. Lamentablemente, me perdí buena parte de la recepción y esto me pone triste, sin embargo, pude asistir, a pesar de no llegar a bailar con mi padre.
Ahora, mirando hacia atrás, creo que fue la ansiedad y el estrés del día que me agotó, porque el día siguiente estuve genial” explica Sarah.
“Recoverymoon”
Los recién casados se fueron para las Mauricio a celebrar su luna de miel. Durante su estancia Sarah requirió la atención de un médico, por ello se sentía culpable. Explica que más que una su luna de miel le daba la sensación de que era un viaje de recuperación, como dicen en inglés “recoverymoon”. La mayor parte del tiempo me la pasaba descansando en la bañera con agua caliente, ya que era lo único que me hacía sentir mejor. Pieter aprovecho para leer mucho. “Espero, algún día, poder devolverle todo lo que me ayudó”, enfatiza Sarah.
Sarah añade que su luna de miel fue cualquier cosa menos romántica. “No me sentí sexy y cuando intimamos fue extremadamente doloroso. Eso también me hizo sentir muy culpable. Tardó aproximadamente tres o cuatro meses para que ese dolor desapareciera”.
Mirena
Cuando le diagnosticaron cáncer, Sarah quiso de inmediato que le quitaran el Mirena que tenía desde 2014. “Le pregunté tanto al ginecólogo como al médico que me lo puso, si el Mirena era el causante del cáncer de ovario. Ambos juraron que el dispositivo no podía causar cáncer de ovario”.
El ginecólogo de Sarah decidió no quitarle el Mirena porque no quería que ocurriera ninguna fluctuación hormonal anormal durante su tratamiento oncológico.
“Es bastante interesante que el tratamiento se pueda realizar con él puesto todavía”, comenta Sarah.
El año pasado, Sarah comenzó a tener dolorosos calambres menstruales y dolores de cabeza. Su ginecólogo le explicó que tal vez la quimioterapia tuvo un efecto en la vida útil del Mirena (cinco años), por lo que le sugirió que se lo cambiara dado que prefería que Sarah no se tomara las pastillas. El doctor también añadió que el dispositivo solo se retiraría el día que quisieran tener un bebé.
Consejos para formar una familia
El oncólogo de Sarah le aconsejó que estuviera dos años sin remisión de la enfermedad antes de intentar concebir. Sin embargo, el ginecólogo también les aconsejo que no esperaran demasiado tiempo para intentar tener un bebé, ya que la quimioterapia había envejecido el ovario de Sarah diez años. El ginecólogo apuntaba que existía la posibilidad de que Sarah quedara embarazada de forma natural ya que su ciclo había regresado a la normalidad.
La joven pareja está hablando de tener un bebé este año. Lo intentarán de forma natural y si eso no funciona utilizarán los embriones congelados. “Me gustaría tener dos o tres hijos, pero en esta etapa ya seria feliz con tan solo uno. Aun así, existe la posibilidad de que se produzcan múltiples cuando se utilizan embriones”, añade Sarah.
Cuando se le pregunta si está contenta con la decisión de seguir adelante con la boda, Sarah contesta “Por supuesto. Si Pieter y yo podemos superar esto, podemos enfrentarnos a cualquier cosa. Me gustaría tener una gran fiesta para mis 30 años y celebrarlo con mis amigos, de esta forma sustituir la recepción de mi boda que nos perdimos”.
Photos by Chantal Drummond Photography
Make-up by Janine Korvessis Makeup and Hair Artist
Venue: Rage Model Management studio.
Written by Laurelle Williams